¡Benditos momentos con Dios donde las palabras son bienvenidas, mas no necesarias!
Radiografía de una oración honesta
Jesús,
Gracias por entender la elocuencia de mi silencio y el embrollo que cargo en mi corazón. Gracias por salir a mi encuentro en mi momento más bajo, secar mis lágrimas y apretarme cerquita a tu pecho.
Las palabras salen sobrando, no porque no tenga mucho que decirte, sino por el cansancio mental-emocional que cargo en el alma. Gracias por no exigirme más de lo que puedo dar, por tu paciencia y amor, por invitarme a ser paciente y amorosa conmigo misma. A veces soy muy dura conmigo, lo reconozco.
Eres el motorcito que me mantiene anclada a esa fe que siempre me saca a flote, aunque por momentos me desanime y quiera salir disparada hacia otra galaxia. No me juzgas; al contrario, me invitas a sentir a todo color, a observar mis garabatos desde una consciencia de confianza, paz y amor. Gracias por entender lo mucho que me cuesta alinearme con esa perspectiva en este preciso momento.
Estoy cansada; cansada del bullicio de mis pensamientos, de la fragilidad de mis emociones, del menú de mis circunstancias. Francamente, no me gusta este libreto. Permíteme estacionar mi corazón en el por qué y no apurarme al para qué, sin antes desahogarme a todo color en tu regazo.
Estoy cansada de los labios prestos a dar consejos insensibles, de las personas que invalidan mi sentir, de las conversaciones superficiales, de las expectativas carentes de empatía.
Te ofrendo mi vulnerabilidad, los rinconcitos incómodos en mi corazón, mis miedos, mis preocupaciones y todo lo que mis lágrimas articulan mejor que mis palabras.
Si…me siento ¡blah!
Gracias por entenderme y no juzgarme. Gracias por el regalo de la oración, por tu cercanía, por validar cada una de mis emociones, pero, sobre todo, por abrazarme con esa paz que sobrepasa todo entendimiento y que solo tú provees.
Hablar contigo sin filtros ni palabras rebuscadas me hace muy bien.
¡Jesús, eres lo máximo!
¡Amén!
Amor y Gracia
Sandy