Orar es ser escuchada, entendida y amada.
Esos momentos de silencio en las mañanas…
Un nuevo día me saluda, nuevas bendiciones salen a mi encuentro.
Aún con mis sentidos en pijama, abro mi corazón con gran expectativa y gratitud a las dulces sorpresas que has reservado para mí.
Me siento en el lugar de siempre, abrazo con mis dedos mi tacita de café. Un bostezo se me escapa, dándole la bienvenida al primer sorbito de la mañana… simplemente delicioso.
Gracias, Jesús, por tu compañía; gracias por la tranquilidad del momento, por el regalo del silencio.
No he articulado ni una sola palabra; sin embargo, mi corazón es un libro abierto ante ti. Conoces mis anhelos, mis luchas, mis sueños, mis miedos. Siempre buscas la manera de calmar mi ansiedad y las dudas que me interrogan sin compasión. Me premias con tu susurro de gracia; me calmas con tus palabras de afirmación, recordándome lo mucho que me amas.
En tu presencia, la urgencia de presentarte mis peticiones se disipa. Saborear y perderme en tu paz me hace bien; me acurruca con plenitud, me mima como si fuera niña chiquita. Mi carga se aligera, mi fe gana terreno en los lugares confusos en mi interior. ¡Eres tan bueno conmigo!
Entre sorbito y sorbito abrazo el momento presente, defiendo mi serenidad de los pensamientos parlanchines que intentan distraerme. Experimento plenamente la dulzura de tus promesas e intercambio mis garabatos por tu amor y misericordia. Contigo estoy tranquila, en calma, en armonía.
Gracias, Jesús, por tus hermosos detalles — por la planta que acaba de florecer en la jardinera de la ventana, por el cariño de mis mascotas, por los sonidos cotidianos de mi vecindario, por estos instantes de silencio y, por supuesto, mi cafecito mañanero
Amor y Gracia
Sandy
